
Hola, me llamo Javier y llegué al mundo de la encuadernación casi por casualidad, porque a mí lo que realmente me gustaba era la fotografía. Sólo buscaba disparar grandes fotos… que fueron haciéndose cada vez más pequeñas cuando entendí que el manejo de la cámara formaba parte de mí hoja de ruta y que la fotografía no era un fin en sí mismo sino una herramienta más de expresión gráfica. Ya no me interesaba tanto el conocimiento de los parámetros y cada uno de los ajustes de mí cámara y si la forma de narrar visualmente una realidad. Así fue como surgió la necesidad de empaquetar todas las instantáneas para construir relatos con forma de libro/carpeta. Y entonces fue cuando comprendí que la obra y los actores eran tan importantes como el escenario. Que lo dicho era tan importante como la forma en que se había dicho, que contenido y continente tienen el mismo peso e importancia. Así es como comencé a interesarme por este apasionante mundo de la encuadernación. ¿Libro de Artista? Tal y como decía Felipe Ehrenberg el “libro de artista” surge de la necesidad que tiene el artista de poner su obra en la calle. Es la socialización del trabajo del artista a la búsqueda de un público más cercano y menos pudiente económicamente, la que obliga a rescatar, en distintos formatos, obras que hasta entonces dormían en galerías y museos.
Estampadores, artistas conceptuales y visuales, ilustradores necesitan empaquetar sus proyectos artísticos en una carpeta que dé sentido a la obra en su conjunto. Es ahí donde surge la relación entre los oficios de artista y encuadernador. La evolución del término ha permitido que se tome conciencia de una entidad artística propia cuando se habla de libros de artista. No existen límites entre contenido y continente ya que todo en su conjunto forma parte de una obra con entidad propia, como pieza inseparable… Tampoco existen límites en su interpretación e irrumpe un nuevo arte interdisciplinar que utiliza todo tipo de soportes como forma de expresión plástica para este nuevo género artístico. La única limitación es que los libros de artista no formen parte de la industria del mundo editorial y suelen ejecutarse ediciones muy limitadas trabajadas manualmente o por medios mecánicos para su creación.
Por su parte, Paulo Silveira asevera “Para saber si un libro de artista es un libro de artista basta con tomarlo en las manos . Él afirmará su condición, él se impondrá como tal. Él existe como excepción de forma inequívoca . Su página o no página devolverá la mirada. El gesto de abrir un libro es el gesto de abrir los ojos y de percibir.”
Artesano, no artista.
Consciente de que hacer “libros de artista” no me convierte en artista, siempre he considerado que el término debe alcanzar únicamente a libros hechos por artistas ya que la evolución del término “libro de arte” ha crecido hasta convertirse en “libro de artista”… Pero sino artista, si que me puedo considerar artesano, o más bien aprendiz de artesano, ya que mis trabajos están realizados a mano siguiendo técnicas tradicionales. Este término me obliga menos y me da cierta libertad a la hora de realizar el empaquetado de todo tipo de creaciones plásticas utilizando como soporte papel, cartón, tejido, madera o cualquier otro material que se preste a ser narrado visualmente a través de “objetos con forma de libro” o “libros con forma de objeto” en un viaje a una realidad en torno al libro donde el amor por la impresión, cosido y encuadernado a mano cobran especial relevancia cuando se trata de ejemplares únicos e irrepetibles. Sabiéndome artesano, mis libros son modestos y no pueden ni quieren tener una estética perfecta. Porque allá donde se encuentre la mano humana cabe siempre el error y éste forma parte de nuestra realidad. De igual manera, los materiales que empleo van en sintonía con la sencillez de mi obra. Suelo buscar materiales usados, reciclados o elementos de la propia naturaleza.
Mi actividad creativa pasa por poner en valor la estética resultante de la ceremonia sensorial que produce el descubrimiento de la obra por parte del espectador. Al tratarse de “libros” que no han sido creados para ser leídos, lo que se espera del “lector” es que descifre lo que la obra intenta transmitirle. Se requiere pues, una actitud de explorador ante la obra y una mente abierta para adentrarse al juego sensorial que transciende a lo estrictamente visual. Hago libros para ser manoseados, por quien espera una experiencia sensorial de percepción de los sentidos, que hacen que mis obras no concluyan con su finalización, sino con su ritual de manipulación y utilización por parte del espectador.